Nazareno. Escena II. Un Televisor con Párpados
He creado a Pedro, a su padre Alberto, a su novia Isabel y a cada uno de los personajes que irán cobrando vida a lo largo de esta historia. Todos son como hijos míos, retoños desorientados en un mundo confeccionado por mí y esta historia, mi historia, será la suya, su sino. La suerte que correrán en el transcurso de sus vidas será cosecha mía, principalmente la de nuestro amigo Pedro al que he embarcado hacia lo desconocido en un navío fletado especialmente para él. Grabaré sobre mares tormentosos trazos de estelas plateadas, y sufrirá, reirá, odiará o amará siempre que yo lo disponga. Su timonel, su capitán, su rumbo y poniente, incluso su mar, ese soy yo. En términos religiosos podemos decir que su destino está en manos de mi divina providencia. En definitiva soy el que soy, su dios. El que yo haya creado este estado de cosas, no significa que esté de acuerdo con ellas, es más, continuamente estoy retocando por aquí y por allá, ahora modifico esto, ahora esto otro. Todo ello hasta quedar más o menos conforme con el efecto deseado, esperando que este relato se deslice sobre el tiempo como brisa suave, sin mutarse, sin parches ni enmiendas, embriagando limpiamente a todo corazón que se preste, pero hasta ese momento seguiré creando ya que la vida de Pedro no me gusta nada. He de hacer algo. Usaré mis poderes mecanográficos y comenzaré a realizar algunos cambios. Allá voy.
Pedro buscó las tijeras. Acomodándose en el sofá comenzó a cortarse las abandonadas uñas de los pies. Este año también iría descalzo. Miró la televisión, calle Alberto Lista, nazarenos, gentío, silencio, música. El paso del Santísimo Cristo de la Lanzada, obra del imaginero Antonio Illanes, recorría... ffffffffff... recorría el trayecto sin... ffffffffffffffff... sin prisas, lentamen... fffffffffffff... la pantalla... fffffffffffffffff... las imágenes del televisor... ffffffffffffffffff... la pantalla parpadea...sí, la emisora falla...todo se esfuma. Hay expresiones raras ¿una pantalla parpadeando? no se... una metáfora, la llaman metáfora. Algunas veces pienso sobre este tipo de expresiones. Escuchadas desde niños nos son tan familiares que no precisamos preguntarnos si serán absurdas. Con la vida pasa igual, diariamente realizamos actos que nos han indicado correctos ¿lo serán en realidad?
Las imágenes cofrades se habían disuelto por completo dejando paso a un documental de naturaleza dedicado a moluscos y babosas. ¿Parpadear? lo dicho, sólo es una metáfora, como tantas otras, encargadas de enriquecer los textos, las expresiones. ¿A que viene esta repentina preocupación por ese tipo de expresiones? seguiré escribiendo y punto. ¿Y punto? ¿una televisión con párpados? ¿con su rimel y todo? ridículo, ridículo. ¿Qué significará en realidad metáfora? hum... una metáfora es... ¡ya está bien! sigamos, sigamos creando. Pedro cogió el mando, hizo zapping, pero mis poderes habían surgido efecto y las cadenas televisivas ya no mostraban interés alguno en su Semana Grande. Ningún tipo de noticias, música, o comentario sobre ella o sus procesiones. Extrañado apagó el aparato y puso la radio. Giró el botón buscando emisoras, cambió de frecuencia. El mismo resultado, nada de nada. Sólo retransmitían lo habitual en fechas normales. En un país como este, en una ciudad como Sevilla, volcada todo los años en estas festividades religiosas, resultaba inusual, raro, muy raro, que esto ocurriera. Meditó durante un instante, luego durante otro, y cuando iba hacerlo con otro más, encontró una opción diferente para ambientar la tarde. Sí, algo de música, pero...
_ ¿Dónde están los Cds de semana santa? _ Se preguntaba Pedro mientras al mismo tiempo recibía una llamada.
_ Diga.
_ ¡Holaaa! ¿has llamado a Renfe?
_ Aún no, luego llamo.
_ ¿Luego? Ahooora Pedro. Seguro que te olvidas.
_ Bueeeno. Ahora llaaamo. No te preocuuupes.
_ Veeenga _ Isabel colgó.
Mensaje de espera embadurnado en musiquilla tonta de ordenador.
_ ¿Estación de Santa Justa?
_ Estación de Justa, dígame. _ Era extrañó que la mujer quitara santidad a la estación.
_ Ehmmm... quisiera saber a que hora salen los cercanías con dirección a Cazalla de la Sierra.
_ Un momento por favor.
Musiquilla tonta de ordena...
_ Cinco de la mañana caballero.
_ Demasiado temprano, ¿el siguiente?
_ La siguiente salida la tiene usted a las trece y treinta.
_ Me comentaron que el viernes había uno sobre las ocho y media de la mañana.
_ Hay uno a las nueve horas exactamente, pero sólo sábados y festivos.
_ Señorita, el viernes es día festivo, viernes santo. Debe haber un tren sobre esa hora ¿me equivoco?
_ Se equivoca, el viernes no es festivo. El horario de salida lo sigue teniendo usted a las cinco de la mañana. ¿Alguna otra cosa, caballero?
_ Semana Santa, señorita, estamos en Semana Santa. Los pasos, los costaleros, los caramelos, los tambores... ya sabe, prumbum, prurrumbum, prrrrrrrrr....prumbum...
_ No entiendo caballero, disculpe pero hay gente esperando en línea. Si no precisa otra cosa tengo que...
_ ¿Es usted despistadilla o tonta del capirote?
_ Permítame indicarle que debería reservarse sus inadecuados improperios para reflejarlos si lo cree oportuno en el libro de reclamaciones, disponible en nuestras oficinas de atención al cliente para todo usuario que lo precise. Muy buenas tardes.
_ ¡Malaje!
Volvió a sonar su móvil.
_ ¡Diga!
_ ¿A que todavía no has llamado?
_ ¡Sííí!
_ ¿Bueno, a que hora sale el primero?
_ Parece que a las nueve.
_ ¿Parece?
_ Sí, es que me ha salido una saboría que no tiene ganas de fiestas y ni sabe que el viernes lo es.
_ El viernes no es día de fiesta, Pedro.
_ ¿Qué dices loquita? Estamos en Semana Santa, a ver si va a resultar que estás peor que la niñata de la estación.
_ ¿Semana qué? ¿Ya estás con tus inventos? No sé como tienes tiempo de bromitas con todo el trabajo atrasado en la oficina. Como te coja el jefe te va a caer una buena.
_ Estoy en mi caaasa, tengo permiiiso, salgo de peniteeente.
_ ¿Sales de qué?
_ Que me pongo el antifaz, niña.
_ ¿Pero qué dices, Pedro?
_ Una cosa ¿a ti te parece que voy a tener cuerpo el viernes para cargar con la tienda de campaña y los bártulos, después de la paliza que me voy a dar hoy?
_ ¿El viernes? El viernes tienes que trabajar, Pedro, quedamos para el sábado, dime ¿Qué haces en tu casa y qué es eso del antifaz?.
_ ¿Qué hablas niña? Parece que te has jartao de churros y tienes las tripas del cerebro revueltas.
_ ¡Qué hablas tú! Mira Pedro, tengo que hacer unos recados urgentes y no tengo tiempo de cachondeito, así que cuelgo y ya me explicaras que es lo que te traes entre manos y por qué no estás currando como los chicos buenos.
_ Pero....
_ Hasta lueego.
_ ¡Niña!_ Isabel ya había colgado
_ ¡Qué coño le pasa a la loca esta?
En esos momentos apareció su padre en la estancia. Increíble, no podía creer lo que veía, estaba levantado, despierto, demasiado despierto, y cambiado, demasiado cambiado.
_ ¡Pedro, y esta ropa? _ Alberto observaba los atuendos de nazareno de su hijo mientras terminaba de hacerse el nudo de la corbata.
Pedro se quedó como su nombre indica, de piedra. Nunca antes había visto a su padre así, tenía un aspecto formidable. ¿De donde había sacado ese traje? ¿Y esos zapatos tan lustrosos? Estaba pulcro, afeitado, rutilante, apuesto, con un peinado de lo más refinado, con una elegancia y desenvoltura más que inusual en él, pero lo sorprendente, lo verdaderamente asombroso, era que había perdido más de cuarenta quilos en apenas diez minutos. No entendía lo que estaba pasando. Me imagino que a ti te pasará lo mismo. Sigue leyendo, sigue leyendo, las dudas se disiparan de un momento a otro si haces un llamamiento y requieres los favores de la paciencia, esa distinguida señorita citada por muchos, esperada por pocos.
El malentendido con la chica de Renfe y el de la majareta de su novia le habían desorientado un poco, pero el de su padre lo dejó tarumba y no podía hacer otra cosa que contemplarlo en silencio, con la boca abierta, como si las amígdalas la hubieran forzado para poder observar el asombroso espectáculo acontecido.
_ Tengo prisa Pedro. Hazme un favor, llama a tu madre al gimnasio y le dices que llegaré al restaurante una hora más tarde. ¡Ah, otra cosa! tal vez se acerque algún corresponsal de un rotativo de la Junta de Andalucía. Dile que se pase por el gabinete. Estaré allí en diez minutos. Hasta luego. Y cierra esa boca, que vas a coger frío en los dientes.
_ ¿Rotativo de la Junta ...? ¡Papa!...¿Cómo es que...? ¡Papá…! ¿Qué …?
Alberto ya no estaba. Con unos pocos pero vigorosos pasos, había alcanzado la puerta de la calle, y tras cerrarla dejó a su hijo inmóvil, en medio del salón, de nuevo en silencio, mirando al suelo, buscando algún pensamiento que le ordenara las ideas. No encontró ninguno. Recordó las últimas palabras de su padre, y cerró la boca.
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