viernes, 30 de marzo de 2007

Nazareno. Escena V. El Único Nazareno sobre la Tierra



El cielo de Sevilla estaba radiante y el “abril aguas mil”, al menos este año, pasó de refrán popular a incoherente frase. Como dije unos párrafos atrás, algunos actos y pensamientos del ser humano son sumamente raros. Nacemos con ellos, nos adaptamos a ellos y vivimos acomodándonos a ellos, terminando por no saber ni importarnos si son cabales, con sentido o razonables. Razón, cinco letras minúsculas para una palabra tan grande. Podemos echar un amplio vistazo al panorama que nos rodea y preguntarnos qué demonios será eso del razonamiento que aún pareciendo tener considerable potestad sobre este mundo no consigue que las ideas absurdas dejen de perpetuarse en el tiempo.



Una graciosa abuela sevillana consideraría que este formidable globo de tierra en el que vivimos está simplemente “to desquiciaito”. Podríamos hacer un ejercicio de profundización sobre el tema haciendo uso de pomposos enunciados basados en formidables compendios de psiquiatría ó psicología social, y tras una reflexión seria y profesional llenaríamos paginas enteras con formulaciones solemnes. Pareceríamos señores, sí señor. Pero después de haber derrochado tantas preciadas e innumerables horas, llenas de días, llenas de noches, nos vendría nuestra modesta señora con lo mismo: “lo que yo he dicho, to desquiciaito perdío”. Y es que a veces, para descubrir verdades, no hay que dar tantos rodeos. Hace poco vi una película de ciencia ficción que hizo un comentario a los millones de dólares que Estados Unidos gastó en el desarrollo de un bolígrafo antigravitatorio para los viajes al espacio. La URSS solucionó el problema llevando al espacio un lápiz.



En esta historia no ha ocurrido como en otros relatos, no señor, no. El mundo de nuestro protagonista no se ha transformado por culpa de la típica y guasona máquina del tiempo, o por un hiperbólico agujero negro, o debido a un acontecimiento impensado e indeliberado de transferencias iónicas entre la cuarta y undécima dimensión. ¡Coño! Si alguien entiende algo, que levante el codo. No, no señor. ¿Sabéis que ha ocurrido verdaderamente, y por qué? Os lo diré. Ha ocurrido porque a mí me ha dado la gana. Sí, así, como suena, bueno... como se lee, porque sólo las palabras que se leen con voz, suenan. De buenas a primeras he decidido que era eso lo que tenía que pasar y ha pasado. Más claro, agua. ¿Lo entendéis? Soy el compositor de estos chismes, resido en ellos. Utilizando los pirindolos del teclado emito las emociones necesarias para alterar progresivamente las correrías y sentimientos de estos personajes, transmitiéndoles las emociones, turbaciones e inquietudes para que esta humilde parábola alcance el desenlace apropiado.



De igual manera que si me da por acabar en cualquier momento y termino con todo esto en un santiamén, como hacen en las pelis los escritores sin musas, que irritados, practican canasta con la papelera después de arrugar sus malos escritos. Con esto de la informática ha habido un avance tecnológico enorme, así que si no te gusta lo que escribes, lo borras y ya está. No hace falta arrugar el monitor y desprenderte de él. Un avance enorme. Sí, te evitas un gran esfuerzo. También un gasto enorme, porque los monitores rondan un precio de unos 100 euros por unidad. Vamos que sí, anda que no.

Continúo extendiéndome por la extensión continua sin más, puesto que no creo hacer falta más aclaración que la ya expuesta, ni más motivo que el ya manifestado. Hice desaparecer la semana santa, Semana Grande para muchos. Con ella sus numerosas cofradías, sus lustrosos pasos, y claro está, sus puntiagudos nazarenos. Y pasó como con las fichas de dominó. Cayeron terciopelos, varales, escudos y estandartes…en fin… símbolos, muchos símbolos racionales de un mundo disparatado. Se disiparon los concilios, se evaporó el catecismo, se volatizaron los evangelios. Cayeron las iglesias, cayeron las grandes catedrales, y perdiéndose en el vacío también cayeron los veintisiete libros del Nuevo Testamento junto a los treinta y tantos de la Biblia Judía.



Sin regateo, no economicé, ni escatimé, sino que derroché la magia de esta varita mágica hasta que eliminé de la gran esfera en la que se encontraba Pedro, todo vestigio, toda huella histórica del catolicismo, hasta encomendar a los padres de esta Iglesia a una prórroga, a un olvido pasajero y provisional. He conseguido que el único cristiano que quede en este mundo sea nuestro amigo Pedro, y por lo tanto el único nazareno. Está sólo con sus creencias y sus manifestaciones religiosas, que como hemos visto no han sido muy bien acogidas. Un sistema de cosas nuevo, donde el delirio de su padre son las creencias religiosas aceptadas, las imperantes, y por lo tanto, las lógicas y razonables regidoras de todo.



Resuelto el pretendido barullo inicial se prosigue como sigue, no sin antes hacer una aclaración sobre una figura de gran importancia para algunos. Jesús ¿qué ha sido de este árabe de ojos azules y pelo rubio? Es usual que los escritores echen mano a alguna frase de algún prestigioso e ilustre personaje para dar un toque de distinción, y al mismo tiempo de credibilidad, al texto en el que se está trabajando. Esto haré, antes de difuminar del todo y enviar junto a Abraham, la figura del Galileo. Sé que los dos perdonaran mi atrevimiento, y entendiendo que mi proceder tiene una clara y honrada justificación, estoy seguro que me agraciarán con su siempre generoso afecto. Ahí va.

"¿Qué hay en este mundo que no se vea sometido a diario a la corrupción? No hay nada por muy inocente que sea, en lo que no puedan introducir los hombres el crimen; ni éste por muy sano que sea cuyas intenciones no sean capaces de trastocar; ni nada tan bueno en sí que no puedan orientar hacia fines perversos”. Jean Baptiste Poquelin. Moliere. Prólogo a la primera edición de Tartufo


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