Nazareno. Escena IX. La vaca Amarilla Sonriendo
Nosotros podemos hacernos algunas preguntas también. Si aún no sabemos exactamente en cual de los dos mundos está Pedro. ¿Quién de los dos es el trastornado? ¿Quién el extravagante? ¿Quién el maniático? ¿Cual de los dos está loco? ¿Están los dos seriamente desquiciaditos? ¿O estarán los dos cuerdos? Parece que su cordura depende no ya de sus ideas, sino del mundo en el que las exponen, y eso no es razonable. Lo dije antes. Los psiquiatras llaman Delirio al convencimiento firme en algo que no es verdad. Una idea delirante es un pensamiento equivocado originado por un trastorno o desorden psíquico que se mantiene a pesar de cualquier razonamiento lógico.
Fijaos bien en esto último: se mantiene el pensamiento equivocado a pesar del razonamiento lógico. Para saber si un pensamiento es equivocado o no hay que hacer uso de la razón, y con ella florecerá la verdad, pero todos sabemos que esta última está difícilmente al alcance de alguien, más bien de nadie. Mucho se ha escrito sobre ella, y parece ser que nadie ha dado con la tecla, por lo que se habrán dicho muchas mentiras. Tal vez es eso, que la verdad sea, que todo es una gran mentira, tal vez. Decenas de filósofos han intentado alcanzar la verdad, cada uno por vías distintas, pero con ello han sembrado senderos fangosos en el viaje del inexperto peregrino, que aturdido, buscará refugio en la primera posada que encuentre.
No es lógico que el camino recto de la verdad se halla ramificado tantas veces. Lo mismo a pasado en busca del dios verdadero. Si pudiéramos reunir a un psiquiatra católico, a uno protestante, a otro musulmán, a otro judío, a otro hindú, en fin, a uno de cada religión existente, y les pidiéramos que utilizaran razonamientos lógicos para convencer a los demás de que sus pensamientos religiosos son equivocados ¿Que creéis que ocurriría? ¿Qué informes redactarían cada uno de ellos sobre cada uno de sus colegas? Pensarlo bien. Todos los diagnósticos coincidirían con la retahíla anterior, ya sabéis: padecerían cada uno de ellos un trastorno o desorden psíquico caracterizado por ideas delirantes religiosas mantenidas a pesar del razonamiento lógico.
Buda decía que el sabio se hace a si mismo. Esto no ocurre con nadie. La prueba la tenemos claramente en el aspecto religioso que nos envuelve. Si alguien nace en Israel probablemente se volverá judío. Si lo hace en Arabia, musulmán. En la India, hindú. En China, budista. En Europa o América, cristiano. Estarían también los sintoístas, taoístas, confucionistas, y cada una de las numerosas religiones tribales. No he olvidado a los no creyentes, convencidos de la no existencia de dios, pero lo repito, sería otra especie de delirio, puesto que tampoco podrían demostrar esa inexistencia. La sonrisa y el llanto se expresan en el mismo idioma, así que si existe un gran padre celestial, tal vez seamos en verdad hermanos. Deberíamos ser nuestros propios arquitectos y con la ayuda de ese dios verdadero sentar sobre cimientos sólidos un armazón auténticamente humano, el mundo cambiaría, seguro.
Pero no tenemos distintivo propio. Somos como barcos de papel al antojo de la corriente, y esta va directa al husillo. Podríamos convertirnos en ágiles veleros en busca de nuevos horizontes, nuevas tierras donde desembarcar renovadas ilusiones, donde sembrar auténticas semillas. Podríamos cambiar esto de una puñetera vez y un mundo nuevo se abriría ante nosotros, descubriríamos que las llaves del cielo no son tan pesadas y que el paraíso estaba a la vuelta de la esquina, sólo que no sabíamos de que esquina se trataba. ¡Alto! Si, alto. Si eres un conformista, estás a gusto al calor del rebaño y no tienes ganas de jaleo, te daré u consejo... ¡No sigas leyendo! Sí, lo digo de verdad, cierra, apaga y vámonos. Coge otro libro, pon la tele ó la radio, sal con los amigos, quítate la caspa. Lo que quieras, pero... ¡No sigas leyendo!
¿Crees acaso que el que sigue este relato, ósea tú, no está conectado de alguna manera a su autor, ósea yo. Estás bajo la influencia de estas palabras impresas, y esto significa que no hay barreras. Recuerda que somos mentes manejables. Crees que estás seguro, a buen recaudo en ese supuesto segundo plano. Pero no, esto no es sólo una historia, es tu historia, este relato no ha sido creado para permanecer entre los bordes de unas páginas, ni confinado tras las tapas de un volumen bien encuadernado para perpetuarse en el vacío.
Ir más allá, arrasando con estas presumibles fronteras literarias es mi misión. No se trata tan solo de coger un libro, sino de sentir el peso de sus palabras, y éstas deben alojarse en tu mente y transformarla, desencajándola de su agradable recinto, ese albergue seguro pero que mustia a sus inquilinos con habitaciones oscuras, ventanas descoloridas y pasillos interminables. Así que tú sabrás. Si quieres continuar con la lectura, allá tú. Advertido quedas. Sigamos. Podríamos hacer uso del elemental método del raciocinio, como han hecho muchos pensadores. Llegar a la conclusión de que en verdad dios nunca ha existido, o que incluso, si lo ha hecho, éste haya muerto, como opina algún que otro distinguido filósofo, pero no…en esta historia no ocurrirá así. Ya es hora de que de un giro positivo a todo esto, de terminar de una vez por todas con este tipo de dudas. Se que hay gente que me quemarían junto a este relato, sólo por la falta de respeto caligráfico. Sí, por poner dios con minúsculas o cosas por el estilo, pero indicaré una inusual puntualización, una pequeña nota aclaratoria con la que intentaré desempolvar los ávidos y maliciosos deseos de algunas mentes perniciosas, más bien, diabólicas.
Yo… soy dios, con minúsculas pero dios. Sí, porque sigo siendo el mandamás de este mundo enletrado, empalabrado, enfrasado, empapelado. Creador de estos personajes y de sus inquietantes vidas, con potestad para transformarlo todo a mi antojo cuando lo crea conveniente. Quizás haya provocado alguna risita. No quiero que piensen que me enfado porque alguien esboce una sonrisita, al contrario, deseo que todos seamos dichosos, aunque debo confesar que no me gustaría ni lo más mínimo que el lector de este relato se tomara a guasa mis pensamientos, y crea que todo esto son tan sólo palabrejas ó bobadas de un iluso que no le afectarán para nada.
Lo avisé antes. Puedo modificar la manera de ver las cosas. ¿No me crees? Te haré una demostración, una sencilla muestra de mis poderes. Piensa en una vaca amarilla, que sonríe mientras tararea una canción. ¡No me negaras qué es justamente lo que has pensando! ¿Qué? ¿Cómo te has quedado? He querido que pensases en algo y lo has hecho. Estoy modificando tu comportamiento, indicándole a tu mente como debe proceder. Ya te dije que no siguieras leyendo. Debería de dedicarme a anuncios de detergentes para lavadoras.
Después de dejar claro, que en este mundo que he creado, mis palabras van verdaderamente a misa, continuo. Como soy dios de este relato, soy omnipotente, omnisapiente, omnipresente, pero no omnívoro, sino vegetariano, ya lo dije antes. Como ya has podido comprobar, tengo verdaderos poderes. Lo siento, pero las circunstancias impiden que no pueda extenderme más y deje que esto sea tan solo una escueta presentación de mi naturaleza divina. Debo atender mis asuntos cuanto antes y echarle una mano a estos dos majaretas, antes de que cometan alguna barbaridad. Así que sin más, a lo dicho.
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